Por: Leonardo Galindo
Cuando el primer blog fue publicado en Biogenic en Diciembre de 2009 sobre el virus del AH1N11, vivíamos un año en el que una pandemia de dicho virus generó preguntas acerca de la necesidad de la vacunación. A pesar de los beneficios comprobados de las vacunas (ver tabla 1), estas no son aceptadas por todo el mundo. Creencias religiosas específicas, o sospechas acerca de posibles complots utilizando la vacunación son algunos de los factores que no permiten una confianza total en la vacunación2. Uno de los mayores miedos es precisamente el vínculo directo entre la aplicación de vacunas y enfermedades como el autismo. Este último ejemplo se vio reforzado por un artículo científico publicado en la prestigiosa revista “The Lancet” en 1998, mostrando un vínculo entre la vacuna triple de sarampión-paperas-rubéola y el autismo3. Sin embargo el artículo fue rápidamente retirado debido a múltiples críticas de otros científicos demostrando que la evidencia mostrada era inadecuada debido a problemas metodológicos. Otros estudios científicos y revisiones han demostrado que no existe evidencia para asociar el autismo con la vacuna triple4. El autismo tiene un fuerte componente genético y cambios prenatales asociados, pero sin lugar a duda no existen pruebas científicas para relacionarlo con las vacunas 5. Así mismo, numerosos estudios demuestran que en gran medida, las vacunas no producen efectos secundarios y por el contrario pueden ser beneficiosas, ya que permiten generar un sistema inmune más fuerte que contribuye a contrarrestar múltiples enfermedades4,6.
Cuando el primer blog fue publicado en Biogenic en Diciembre de 2009 sobre el virus del AH1N11, vivíamos un año en el que una pandemia de dicho virus generó preguntas acerca de la necesidad de la vacunación. A pesar de los beneficios comprobados de las vacunas (ver tabla 1), estas no son aceptadas por todo el mundo. Creencias religiosas específicas, o sospechas acerca de posibles complots utilizando la vacunación son algunos de los factores que no permiten una confianza total en la vacunación2. Uno de los mayores miedos es precisamente el vínculo directo entre la aplicación de vacunas y enfermedades como el autismo. Este último ejemplo se vio reforzado por un artículo científico publicado en la prestigiosa revista “The Lancet” en 1998, mostrando un vínculo entre la vacuna triple de sarampión-paperas-rubéola y el autismo3. Sin embargo el artículo fue rápidamente retirado debido a múltiples críticas de otros científicos demostrando que la evidencia mostrada era inadecuada debido a problemas metodológicos. Otros estudios científicos y revisiones han demostrado que no existe evidencia para asociar el autismo con la vacuna triple4. El autismo tiene un fuerte componente genético y cambios prenatales asociados, pero sin lugar a duda no existen pruebas científicas para relacionarlo con las vacunas 5. Así mismo, numerosos estudios demuestran que en gran medida, las vacunas no producen efectos secundarios y por el contrario pueden ser beneficiosas, ya que permiten generar un sistema inmune más fuerte que contribuye a contrarrestar múltiples enfermedades4,6.
¿Por qué
surgieron las vacunas?
La Viruela
es posiblemente una de las enfermedades más conocidas y una de las que se tiene
un registro muy antiguo. Los historiadores especulan que la viruela data de
10000 A.C., aunque la primera evidencia proviene de restos momificados de la
vigésima octava dinastía egipcia (1530-1350 A.C.)7. Aunque al parecer varias epidemias
fueron reportadas en la biblia y en la literatura greco-romana, la única que
pudo ser certificada como proveniente de la viruela fue reportada por
Thucydides en 430 A.C., quien así mismo, fue el primero en notar que aquellos
que sobrevivían a la enfermedad no se infectaban de nuevo8. La viruela solía acabar con la
vida del 20% al 30% de los que la adquirían pero entre los siglos 11 y 17 en
China se empezaron a realizar inoculaciones nasales usando los restos de
costras o pus de pacientes infectados7,8, las cuales, resultaban en un
cuadro infeccioso mucho menos severo que la infección natural y generaba
protección contra futuras infecciones (el procedimiento se conocía como variolación)8.
En los años
1700s la variolación ya era conocida y practicada ampliamente en Europa y
además era sabido que aquellos que contraían viruela y sobrevivían eran inmunes
a nuevas infecciones 8. Edward Jenner, un hombre entrenado
en medicina quien vivía en una casa de campo en Berkeley, en el Reino Unido, estudió
durante muchos años las infecciones relacionadas con la viruela del ganado y la
viruela humana, y pudo inferir que potencialmente si una persona se contagiaba
de viruela bovina podría tener resistencia a la viruela humana. Además, aunque
habían otras infecciones similares a la viruela bovina, logró hacer una clara
distinción entre esta y otras enfermedades con sintomatología similar9. En 1796, durante una epidemia,
Jenner tomó el fluido de una de las
lesiones de viruela bovina de una de las empleadas encargadas de ordeñar las
vacas y lo inyectó en el brazo del hijo
de un trabajador (el niño tenía 8 años y se llamaba James Phipps)8. Aunque el joven tuvo algo de
fiebre durante los siguientes días pronto se recuperó. Luego de seis semanas
Edward inyectó al niño con muestras frescas de viruela humana, y el joven no
enfermó ni en esa oportunidad ni cuando las inoculaciones fueron repetidas
meses después8,9. En los siguientes dos años el
método de vacunación estaba ya ampliamente expandido por Europa. El procedimiento
de Jenner es posiblemente reconocido como la primera forma de vacunación
oficial pues siguió un método científico para comprobar una hipótesis e incluso
publicó su experimento para que pudiera repetirse. Sin embargo, una pregunta
ética quedó siempre en el aire: ¿Por qué utilizó Jenner a un niño de un
trabajador pobre para comprobar su hipótesis?
Hoy en día
la viruela está completamente erradicada gracias a la vacunación10. Aunque la viruela es la única
enfermedad que se cataloga como totalmente erradicada a nivel mundial, muchas
otras enfermedades han sido controladas local o regionalmente gracias a las
vacunas. He aquí una lista de las enfermedades prevenibles gracias a la
vacunación (http://www.cdc.gov/vaccines/vpd-vac/):
·
Anthrax
·
Cáncer cervical
·
Difteria
·
Hepatitis A y B
·
Influenza tipo B
·
Papilomavirus humano
·
Influenza porcina (H1N1)
·
Influenza estacional
·
Encefalitis japonesa
·
Enfermedad de Lyme
·
Sarampión
·
Meningococo
·
Viruela de primates
·
Paperas
·
Tosferina
·
Neumococo
·
Poliomelitis
·
Rabia
·
Rotavirus
·
Rubéola
·
Herpes
·
Viruela
·
Tétano
·
Tuberculosis
·
Fiebre tifoidea
·
Varicela
·
Fiebre amarilla
¿Cómo
funcionan las vacunas?
En nuestro
primer blog en el año 2009 dimos algunas explicaciones generales de cómo
funcionaba una vacuna haciendo referencia específicamente al virus AH1N11, pero hagamos un repaso de su
funcionamiento básico. Cuando un agente infeccioso o patógeno entra el cuerpo
(por ejemplo un virus), el cuerpo responde con un arsenal de células del
sistema inmune para reconocer el agente infeccioso y destruirlo 11. Sin embargo, el cuerpo toma varios
días o a veces semanas para poder superar la enfermedad. Una vez la enfermedad
termina, el cuerpo guarda algunas de las células que combatieron la infección a
manera de células de memoria que permiten identificar de nuevo el mismo tipo de
infección, cuando esta trata de volver a invadir el cuerpo; de esta manera la respuesta
del sistema inmune se hace más eficaz y rápida11. Las vacunas son una forma de
generar estos mecanismos de memoria sin necesidad de enfermar el cuerpo como
veremos en el siguiente párrafo.
Gracias a
la evolución tecnológica y al avance histórico en el conocimiento de cómo
actúan los patógenos12, se han creado distintos tipos de
vacunas13: (i) las vacunas de virus atenuado que tienen
una versión viva del virus pero que no causa síntomas serios, (ii) las vacunas de
un virus muerto que en general no causan la misma respuesta que el virus atenuado
y puede necesitar varias dosis, (iii) las vacunas de toxinas atenuadas, donde
se usa en vez del agente infeccioso, las toxinas que este produce, (iv) las
vacunas de subunidades del patógeno, donde en vez de utilizar todo el virus o
bacteria se usan solo partes, y (v) las vacunas conjugadas, que son diseñadas
para luchar contra una clase especial de bacteria que protegen sus antígenos
(parte del patógeno reconocido por el sistema inmune) con una cubierta especial
de polisacáridos (azúcares) que dificultan el reconocimiento por parte de los
anticuerpos.
¿Realmente
sirven las vacunas?
La tabla 1
muestra el número de casos reportados en los Estados Unidos antes de la
introducción de las vacunas frente a los reportes más actuales.
Tabla 1.
Comparación del número de casos anuales de diferentes enfermedades antes de la
introducción de las vacunas y actualmente en Estados Unidos.
*CDC. JAMA Noviembre 14, 2007;
298(18):2155–63
†CDC. MMWR Agosto 15, 2014; 63(32):702–15.
‡10 casos adicionales reportados con serotipo
desconocido.
₴CDC. Vigilancia de hepatitis viral – Estados
Unidos, 2011.
**CDC. MMWR, Febrero 6, 2009; 58(RR-2):1–25.
††CDC. Vigilancia activa del centro bacterial,
datos del 2013 (no publicado).
‡‡CDC. Nueva red de vigilancia de vacunación,
datos del 2013 (no publicado); el rotavirus de Estados unidos tiene ahora un
patron bienal.
₴₴CDC. Programa de varicela, datos del 2013
(no publicado).
Es evidente que el uso
de las vacunas ha resultado en una disminución significativa en el número de
enfermos en Estados Unidos (lo cual se
hace más relevante sabiendo que la población aumenta cada año). Las políticas
de inmunización de los Estados Unidos son consecuencia de las recomendaciones
dadas por el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC)14. Aunque estas disminuciones varían
en otros países dependiendo de las políticas sanitarias, la tendencia general
es la misma, pues incluso en países donde los recursos de los programas
nacionales de salud son escasos se ha progresado en el cubrimiento nacional de
vacunación4. Es claro que a medida que el
número de personas vacunadas aumenta, la resistencia contra enfermedad se hace
más fuerte, y así mismo se provee una barrera para aquellos que no pueden
vacunarse por razones de salud, edad o alergia15. Está comprobado que la vacunación
mejora la longevidad y la calidad de vida15; por ejemplo la cantidad de
antibióticos, el número de hospitalizaciones y los problemas de largo plazo
disminuyen sustancialmente. La organización mundial de la salud (OMS) estima
que cada año se previenen más de 2 millones de muertes gracias a la vacunación16.
A pesar de los amplios
beneficios de la vacunación existe una gran resistencia por una fracción
significativa de la población a aplicarse vacunas y en especial a usar vacunas
para los hijos. La decisión de vacunar a un niño está relacionada en gran parte
con la percepción de los padres acerca de los riesgos implícitos de una
enfermedad, fundamentados en su propia experiencia (por ejemplo alguien que
tuvo sarampión cuando pequeño y no lo vio como un gran problema)17. Al contrario de las intervenciones
médicas rutinarias cuando se trata de controlar una enfermedad, la vacunación
supone una aplicación preventiva para un beneficio que no es evidente6. Así mismo aumentos aparentes en la
incidencia de enfermedades como el autismo a la par del incremento en las
campañas de vacunación hicieron que las personas generaran una relación de
causalidad. Sin embargo, es importante entender que la correlación no siempre
indica causalidad. Para que un factor sea causa directa de otro es necesario
que existe una relación biológica directa, una relación temporal y de dosis, la
posibilidad de reproducir los resultados, un nivel alto de asociación entre las
variables, coherencia en los hechos establecidos y una relación específica6.
En conclusión, es
necesario remitirse a los hechos y estudios que muestren si existe una relación
de causalidad comprobada entre la vacunación y la incidencia de alguna otra
condición. Hasta el día de hoy es evidente que la vacunación es uno de los
mayores factores de control y prevención de numerosas enfermedades, y que ha
permitido mejorar la calidad de vida de los humanos.
Bibliografía
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16.FAQ: Do vaccines work. Public Health Agency of Canada at <http://www.phac-aspc.gc.ca/im/vs-sv/vs-faq02-eng.php>
17.Bond, L. & Nolan, T. Making sense of perceptions of risk of diseases and vaccinations: a qualitative study combining models of health beliefs, decision-making and risk perception. BMC Public Health 11, 943 (2011).
1.Galindo-González, L. M. AH1N1… vacunarse o no vacunarse? (2009). at <http://biogenic-colombia.blogspot.ca/2009/12/ah1n1-vacunarse-o-no-vacunarse.html>
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16.FAQ: Do vaccines work. Public Health Agency of Canada at <http://www.phac-aspc.gc.ca/im/vs-sv/vs-faq02-eng.php>
17.Bond, L. & Nolan, T. Making sense of perceptions of risk of diseases and vaccinations: a qualitative study combining models of health beliefs, decision-making and risk perception. BMC Public Health 11, 943 (2011).
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