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Por Mauricio Quimbaya

Sin lugar a dudas, los Organismos Genéticamente Modificados (OGMs) de origen vegetal, más conocidos como plantas o cultivares transgénicos, son uno de los productos derivados del conocimiento científico, que mayor controversia han generado en los últimos años. Múltiples son los argumentos que avalan o critican estos cultivares, desde perspectivas tan diferentes como la científica, la económica o la agroecológica. Algunas de dichas críticas se basan en un concienzudo proceso argumentativo, mientras que otras, son planteadas desde la subjetividad de la falta de conocimiento profundo en relación al tema. Recientemente, uno de los artículos científicos de mayor lectura y que aparentemente demostraba objetivamente el poder toxicológico de los OGM, fue retractado por los autores y por ende, de la revista en qué se publicó (Journal Food and Chemical Toxicology-ELSEVIER), debido a diversas e intensas críticas al trabajo científico allí reportado que conducía a conclusiones sin suficiente evidencia demostrativa [1]. Esto ha causado que el debate en relación a los OGMs esté en más auge que nunca.

El propósito del presente escrito más que el de dar distintos argumentos a favor o en contra de los cultivares transgénicos, es el de dar un marco contextual en el cual el surgimiento de la tecnología que permitió dar paso a los OGMs surge como una respuesta científica a una necesidad latente, a saber, el déficit alimentario del mundo contemporáneo y no simplemente como un capricho del método científico para generar Frankensteins antinaturales que no se necesitaban en un planeta completamente satisfecho.

El paradigma Malthusiano en relación al crecimiento poblacional y la disponibilidad de recursos

A inicios del siglo XIX, el demógrafo Inglés Thomas Robert Malthus, a partir de observaciones y datos recolectados por años en relación a la población mundial y al uso de recursos agrícolas utilizados por ésta, planteó una simple pero dramática conclusión a partir de sus observaciones: “El planeta no posee los recursos suficientes para soportar a una población humana que crece exponencialmente, mientras que la productividad agrícola aumenta linealmente” [2]. Esto implica que la capacidad de carga del planeta se verá en algún punto sobrepasada, principalmente porque bajo las condiciones agrícolas y tecnológicas de un mundo moderno, no existían los recursos suficientes para sustentar dicha capacidad de carga. Es bueno resaltar, que Malthus llegó a esta conclusión en los años precedentes a la revolución industrial, época en donde el desarrollo de nuevas tecnologías y el apogeo de las máquinas inicio el proceso de exacerbación desmedida de los recursos naturales. Proceso que desde entonces, persiste hasta nuestros días.

Algunos de los censos poblacionales de la antigüedad que se preservan actualmente, revelan que hacia el primer año, luego de la muerte de Cristo, existía un estimado de 300 millones de personas. A inicios de la revolución industrial, hacia el año 1900, la población mundial ascendía a 1600 millones de personas y en un periodo de 100 años, en el año 2000, la población mundial, llegó a 6000 millones. Recientemente, en el año 2012, el número de personas habitando nuestro planeta llegó a 7000 millones, la población se incrementó en 1000 millones de personas en poco más de una década y estimados poblacionales calculan que para el año 2050 el planeta tendrá 10000 millones de individuos usufructuando sus recursos naturales. Cada año en promedio, se agregan 85 millones de personas a la superficie terrestre [3], lo que ratifica el postulado Malthusiano del crecimiento exponencial de la población humana. De la misma manera, gracias a desarrollos técnicos y científicos característicos de las edades moderna y contemporánea, tales como un mayor acceso a los alimentos dadas las facilidades para su transporte; una mayor oferta laboral y mejores empleos que le permiten a las personas acceder más fácilmente al recurso alimentario; una mejora radical en los servicios públicos y en la higiene de los lugares de asentamiento humano, disminuyendo la incidencia de enfermedades infecciosas y; descubrimientos científicos en el área médica que han permitido el entendimiento de ciertas enfermedades postulando un tratamiento preventivo y terapéutico, han permitido que la expectativa de vida promedio de los humanos hubiese aumentado cerca de 40 años en relación a la expectativa que se tenía en la edad media.

En un gran número de países en vía de desarrollo y en algunos desarrollados, las tasas de natalidad han aumentado o permanecido constantes, mientras las tasas de mortalidad han disminuido. Esto quiere decir, que no solamente somos cada año más seres humanos aprovechando los recursos naturales ofrecidos por el planeta, sino que también, dichos productos son utilizados por una población creciente, por mucho más tiempo. Sin embargo, en contraposición al crecimiento poblacional acelerado, el aumento de la tierra arable, útil para la producción de nuestros recursos alimentarios primarios, no ha aumentado. En el mejor de los casos ha permanecido invariable, mientras que en un gran número de países, dicha área a disminuido [4].

Entonces, si como población dependemos específicamente de una serie de cultivos primarios que nos sustentan como especie, y si cada año existe más gente en el mundo, pero menos área para producir dichos cultivos. ¿Qué opciones tenemos o hemos tenido como especie para tratar de garantizar una seguridad alimentaria a nuestros semejantes?, ¿qué herramientas se han desarrollado para tratar de generar unos recursos alimentarios básicos que traten de garantizar nuestra supervivencia como especie?

La tecnificación agrícola y las distintas revoluciones agrícolas

En la actualidad, existen aproximadamente 300 cultivos distintos en el mundo. Veinticuatro de ellos suplen cerca del 90% de nuestra dieta. De la misma manera, cerca del 80% de los alimentos que consumimos provienen de 8 cultivares y el 50% de nuestra dieta se basa en tres cereales, a saber, arroz, maíz y trigo [5]. Para que el hombre, pudiera lograr la producción masiva de dichos cultivares, debió afrontar retos y circunstancias adversas que desafiaron su capacidad creadora e intelectual. El ser humano gestó y aún es partícipe de una gran revolución agrícola masiva, que podríamos subdividir en distintas fases y que le ha permitido sobrevivir a través de las generaciones.

Podríamos afirmar, que la primera revolución agrícola se dio a finales del neolítico, hacia el año 8000 a.c. Punto en el cual se data el origen de la agricultura, en donde el Homo sapiens, pasó de una vida nómada a una vida sedentaria.

A otra transición agrícola a resaltar, se le conoce como la “revolución verde”, la cual se sucedió entre 1940 y 1970. En este periodo de tiempo, hubo una fuerte inversión en investigación y en transferencia de tecnología para aumentar la productividad del campo mediante el desarrollo de nuevas variedades, la tecnificación industrial del agro y el desarrollo de nuevos fertilizantes y plaguicidas [6]. Sin embargo, el constante crecimiento poblacional, aunado al cambio climático acelerado durante las últimas décadas [7], continúa retando constantemente la inventiva humana. Como respuesta a dicha crisis climática, se habla de una tercera revolución agrícola que empieza en 1980 y se extiende hasta nuestros días, caracterizada por el auge de la biología molecular de plantas y sus aplicaciones directas al desarrollo de OGMs.

La revolución biotecnológica del agro

Fueron los científicos Belgas Marc van Montagu y Jozef Schell, quienes a inicios de la década de los 80s, idearon el procedimiento de transformación genética de plantas usando una bacteria, Agrobacterium tumefaciens, como vector mediador de la transformación. Con este procedimiento, Montagu y Schell, definieron el inicio de la tercera revolución agrícola basada en la biotecnología de plantas. Esta nueva tecnología propone la utilización de elementos genéticos específicos y particulares, obtenidos y aislados de plantas, bacterias o animales, para conferir alguna característica deseada en plantas o cultivares particulares.  A diferencia de los métodos de mejoramiento tradicional de plantas, la transgénesis permite individualizar elementos genéticos previamente caracterizados, de los cuales se conocen o se infieren sus efectos fenotípicos directos, permitiendo un ahorro de tiempo y procedimientos metodológicos en la obtención de variedades de plantas con características fenotípicas y/o agronómicas deseadas por el investigador. El uso reciente de esta tecnología ha permitido la obtención de nuevas variedades de cultivares con tolerancia a estreses abióticos (sequía, altas temperaturas, suelos pobres en nutrientes, heladas), plantas con resistencia a estreses bióticos (insectos perjudiciales, bacterias patógenas, hongos y virus), cultivares con resistencia a herbicidas y plaguicidas y la generación de plantas con insertos génicos, relacionados con una mayor productividad (tiempo de floración, cantidad y tamaño del grano, tamaño del fruto, eficiencia fotosintética).

Dado que el paradigma Malthusiano hoy en día es más vigente que nunca, y que el cambio climático exige la generación en periodos relativamente cortos de tiempo de cultivares agronómicamente importantes que sean viables para alimentación de una población creciente en condiciones altamente cambiantes, no es de extrañar que la alternativa biotecnológica sea actualmente una de las estrategias más utilizadas. De los 1500 millones de hectáreas aptas para el cultivo que existen en el mundo, 170 millones de ellas están ocupadas por OGMs. Se espera que este número se doble en la siguiente década [8].

Lejos del debate planteado, en relación a la producción y consumo de OGMs, en lo que se quiere hacer énfasis es en la necesidad real que existe actualmente para la generación de nuevas tecnologías que permitan tratar de garantizar la seguridad alimentaria de un mundo de población creciente y clima cambiante, y en este sentido, los OGMs surgen como una alternativa viable y eficiente que permite enfrentar con algo de esperanza los retos del nuevo milenio.

Pero más cultivos y más eficientes, no necesariamente significa una distribución más equitativa de los alimentos

La ciencia y sus desarrollos científicos están inmersos en una sociedad política y económica que descontextualiza el oficio científico. Lo que quiero afirmar, es que por antonomasia, el oficio del científico, es el de buscar y definir soluciones para problemas de investigación particulares. Muchos de estos problemas investigativos coinciden con necesidades básicas de la sociedad. Sin embargo, dado que el oficio del científico, se encuentra inmerso y supeditado a un esquema político, económico y social, que a pesar de ser externo a la actividad científica como tal, en infinidad de ocasiones, restringe la aplicación de los productos derivados del ejercicio de la ciencia.

No importa que innumerables desarrollos científicos, permitan de tal manera la maximización de la utilización del agro, que reviertan el paradigma Malthusiano, si la aplicación de dichas tecnologías se ve limitada por factores económicos, políticos y sociales. En otras palabras, para nadie es un secreto que el hambre mundial, que se manifiesta en condiciones dramáticas en países subdesarrollados, subsiste y coexiste con los desarrollos tecnológicos contemporáneos que deberían desde hace ya décadas haberlo derrotado. No se puede enfrentar las hambrunas mundiales netamente desde una perspectiva científica. Si se quiere erradicar el hambre del planeta es necesaria una reconversión económica, una nueva síntesis política que ratifique la igualdad entre los más poderosos y los menos poderosos y una transformación social en la cual la discriminación y la subyugación no sean estandartes de la sociedad contemporáneas. Se necesita un replanteamiento del papel del científico, en donde su oficio tenga asiento en la realidad mundial y en las herramientas que pueda generar a partir de las necesidades realistas de la sociedad y no en el arte estéril del publicar por publicar.

La única manera de combatir el hambre subyace en la reformulación de los paradigmas socioeconómicos actuales basados en una educación científica y moral, que permita por un lado, el uso de la ciencia para generar herramientas utilizables por todos los segmentos de la sociedad y por otro, que genere una conciencia de equidad en donde cada uno de nosotros, sin distingo de razas, etnias, nacionalidades o poder adquisitivo, podamos acceder de la misma manera y sin trabas a los recursos ya sean naturales o biotecnológicos actuales.

Como lo dijo el presente año Marc Van Montagu al recibir uno de los premios más prestigiosos del mundo científico “The World Food Prize”: “Quienes nos dedicamos al trabajo agronómico no debemos dormir, simplemente porque el hambre no duerme” que esta sea una invitación al trabajo mancomunado para la erradicación del hambre del mundo.

Referencias

Por Adriana Almeida

Desde los años 90 muchas de las variedades de plantas que consumimos han sido modificadas genéticamente, confiriéndoles características como resistencia a virus, a insectos, a enfermedades y a herbicidas, con genes que incrementan el valor nutricional de los frutos, raíces o semillas que producen, o en búsqueda de obtener cultivos capaces de crecer y producir buen rendimiento bajo un medio ambiente cambiante y muchas veces adverso (cultivos modificados tolerantes al frío y a suelos ácidos o bajos en nutrientes). Una de las principales justificaciones para hacer estas modificaciones en el genoma de muchos cultivos ha sido la de incrementar la producción agrícola para satisfacer las necesidades alimentarias de una población humana en constante crecimiento cuando las zonas arables del mundo son limitadas.

Una de las preocupaciones a nivel mundial frente al desarrollo de organismos genéticamente modificados (OGMs) es el riesgo que existe que estos genes incorporados sean transferidos desde los OGMs a sus parientes silvestres, generando cambios en el acervo o contenido genético natural de la especie y que pueda tener efectos ya sean positivos o adversos para el ‘fitness’ (capacidad de sobrevivir y de reproducirse) de la especie. Por este motivo, he considerado importante que reflexionemos un poco sobre la idea del flujo genético de genes introducidos a cultivares modificados hacia poblaciones silvestres, y hacia otros cultivares no modificados. Igualmente considero importante evaluar las posibles implicaciones que este flujo genético puede tener en áreas de diversidad genética y en otras practicas agrícolas que no involucran el uso de transgénicos.

¿Que es el flujo genético?

El flujo genético juega un papel principal en el mantenimiento de la variación genética dentro de los organismos vivos y ocurre cuando genes son incorporados desde una población a otra dentro de la misma especie o entre especies sexualmente compatibles, por medio del intercambio de gametos (polen, esperma) o por medio del movimiento de individuos (semillas u organismos). Este ‘movimiento de genes’ puede ocurrir de muchas maneras diferentes, por ejemplo cuando el polen de una flor es transportado por el viento y poliniza flores de otras poblaciones, o cuando una persona se muda de una ciudad a otra y tiene hijos con personas nativas del nuevo sitio. Desde un punto de vista evolutivo, el flujo genético puede generar diferentes efectos. Primero, puede introducir o reintroducir alelos (variaciones de un gen) o genes (en caso de un transgen) a una población, incrementando así la variación genética de la población (flujo genético dentro de una población). Segundo, puede homogeneizar el acervo genético de poblaciones distantes geográficamente, reduciendo así el proceso de adaptación a las condiciones locales (flujo genético entre poblaciones) (1).

Movimiento de polen desde OGMs hacia poblaciones silvestres emparentadas

La mayoría de los OGMs que se cultivan actualmente son sexualmente compatibles con sus parientes silvestres. Esto quiere decir, que si los OGMs se cultivan en las mismas zonas geográficas que sus poblaciones naturales, existe el riesgo que se produzca un flujo de genes hacia sus parientes silvestres (2). Los híbridos que se formen mediante el cruce de un OGM y un pariente silvestre, y que reciban estos genes pueden generar una nueva combinación genética que puede no producir un efecto directo en el fenotipo o igualmente esta nueva combinación puede generar un efecto positivo o negativo para el fitness del nuevo individuo (3).

Un ejemplo de flujo genético desde un OGM hacia sus parientes silvestres se observó con el primer OGM que fue cultivado en Estados Unidos de América (USA) en 1995. Es el caso de calabacín amarillo (Cucurbita pepo) con resistencia al virus del mosaico del zucchini y al virus moteado 2 de la sandia (4). El calabacín modificado fue cultivado en una zona de distribución natural de la especie en USA, donde estos virus coexisten comúnmente con los calabacines silvestres. Luego de algunas cosechas, se observó que algunos de los calabacines silvestres aledaños a la zona de cultivo no presentaron ninguna evidencia de ataque de los virus mencionados anteriormente y se evaluó el flujo genético del transgen (el material genético de resistencia a los virus introducido en los OGMs) hacia los calabacines silvestres. Se encontró que el transgen fue efectivamente incorporado en el genoma de los calabacines silvestres que no fueron atacados por los virus (5).

Otros casos de flujo genético desde un OGM hacia una especie silvestre, que no ha sido benéfico para los agricultores, han ocurrido cuando cultivares han sido modificados para adquirir tolerancia a herbicidas y se produce flujo genético del transgen hacia parientes silvestres que pueden adquirir resistencia a herbicidas y competir mas agresivamente por recursos con el OGM. Este es el caso de flujo genético entre arroz modificado tolerante a herbicidas, y sus parientes silvestres, el arroz rojo (Oryza rufipogon Griff) y la maleza de arroz (O. Sativa f. spontanea). Dos estudios realizados en China y Corea han evaluado el flujo genético desde el arroz modificado hacia las especies silvestres de arroz por medio de marcadores moleculares de tipo microsatélite. Se encontró que del 0.01 al 0.05% de los individuos del arroz rojo y del 1.21 al 2.19% de los individuos de la maleza de arroz presentes en los campos cultivados con arroz modificado habían adquirido el transgen. A pesar que el porcentaje de flujo genético fue bajo, estos estudios resaltaron la importancia de evitar el flujo genético desde los OGMs hacia sus parientes silvestres, principalmente cuando existe competencia por recursos (6).

En Colombia se han hecho estudios sobre el posible efecto del flujo genético entre OGMs y sus parientes silvestres en cultivos como la yuca y el maíz. En el caso de la yuca (Manihot esculenta Crantz ssp. esculenta), cultivo de gran importancia para nuestro país, pues Colombia es el tercer productor latinoamericano (2 millones de toneladas por año), se ha determinado que las especies de este genero presentan una alta diversidad genética intraespecífica y las condiciones reproductivas de algunas especies favorecen el flujo genético. OGMs en yuca se han desarrollado para incrementar el valor nutritivo de la raíz y para conferir resistencia a insectos como el barrenador de tallo (Chilomima clarkei) y el gusano cachón (Erinnyis ello). El problema de flujo genético entre los OGMs y sus parientes silvestres en yuca se ve agravado por la alta sincronía entre la liberación del polen y la apertura de las flores femeninas (fertilización por insectos), y como consecuencia de este hecho, se ha observado flujo genético entre casi todas las especies de este genero. Sin embargo, se ha estimado que si los cultivos se encuentran a una distancia mayor o igual a 30 m con respecto a plantas silvestres del genero, el flujo genético puede ser mínimo. Por lo cual Kawano (1980) ha sugerido que 500 m de aislamiento entre OGMs y especies silvestres puede ser una distancia apropiada para garantizar un ‘aislamiento perfecto’ entre poblaciones (7).

El flujo genético desde OGMs a cultivos orgánicos

Para que la producción de un agricultor sea certificada como orgánica no puede utilizar semillas que hayan sido generadas por medio de tecnologías de ADN recombinante. Adicionalmente, el agricultor orgánico no debe hacer uso de pesticidas o herbicidas para el manejo y control de plagas y malezas respectivamente (8). Debido a estas estrictas regulaciones, los agricultores orgánicos se ven enfrentados a dos problemas, primero, cómo controlar el flujo genético desde OGMs y segundo, cómo controlar la contaminación de pesticidas utilizados por agricultores no orgánicos a sus alrededores (3). Sin embargo, bajo el sistema de producción agrícola intensivo que se practica actualmente, lograr un 100% de pureza en cualquier tipo de agricultura es casi imposible, por lo cual las agencias de control y regulación de productos orgánicos han permitido que los agricultores orgánicos mantengan su licencia aun cuando trazas de pesticidas de origen sintético sean detectadas (no mayores del 5%) en sus productos (9). De la misma manera, para cultivos que producen semillas como producto de comercialización, la asociación de agencias para la certificación de semillas en USA (AOSCA) acepta que las semillas producidas tengan hasta un 0.5% de semillas provenientes de otras variedades (incluyendo OGMs) y hasta un 2% de material inerte mezclado con las semillas (10). La presencia de niveles de semillas con información de OGMs no se toma como una violación al programa nacional orgánico en USA, siempre y cuando el agricultor no haya tenido la intención de utilizar material genéticamente modificado y haya hecho un manejo adecuado para evitar la polinización cruzada con cultivos vecinos (11).

La coexistencia de cultivos orgánicos, convencionales y genéticamente modificados

Debido a la agricultura industrial a gran escala y a las diferentes practicas agrícolas (cultivos orgánicos, convencionales y OGMs), los agricultores se ven en la necesidad de establecer acuerdos colaborativos que les permitan separar y garantizar la mayor pureza posible de los productos agrícolas que producen (12). Las mismas prácticas pueden ser establecidas para prevenir simultáneamente tanto la contaminación por OGMs como por pesticidas o herbicidas de origen sintético. Estas prácticas pueden incluir una separación espacial de los campos de cultivo, la siembra no sincronizada de los cultivos entre practicas agrícolas distintas, el uso de variedades con diferentes tiempos de maduración y el uso de variedades que no sean compatibles sexualmente (13). Igualmente, los agricultores deben prevenir contaminación de sus producciones durante los períodos de cosecha, almacenamiento, transporte y procesamiento de alimentos (14).

Igualmente, diferentes grupos de investigación han generado tecnologías alternativas para el desarrollo de OGMs que pueden ayudar a controlar el flujo genético de los transgenes (15).

1.   Localización del transgene en ADN cloroplasmático: Esta tecnología evita que el transgen sea insertados en el ADN del núcleo de la célula y lo direcciona para que sea incorporado en el ADN del cloroplasto (16). Durante la producción de polen, el ADN del núcleo es duplicado y transferido a los granos de polen, pero el ADN del cloroplasto no. De esta manera el polen producido por OGMs bajo esta tecnología no puede transferir el transgen por flujo genético vía polen.
2.   Mitigación del transgen: El transgen de interés es ligado a un gen de mitigación, el cual produce una proteína que no es benéfica para plantas silvestres. Si se presenta flujo genético del complejo formado por el transgene-gen de mitigación hacia plantas que no se encuentran en el campo de cultivo, el gen de mitigación reduce el fitness de la nueva generación de híbridos con el transgen.
3.   Tecnología GURT (del Inglés ‘Genetic Use Restriction Technology’) o semillas suicida: la segunda generación de semillas es estéril debido a la incorporación de un gen de tipo ‘terminator’ que producen semillas no viables a menos que las plantas sean expuestas a ciertas condiciones químicas o ambientales, las cuales activan un gene represor que inactiva el gen ‘terminator’.

La sostenibilidad de las practicas agrícolas actuales

La sostenibilidad puede definirse de muchas maneras, pero una definición aceptable es la de lograr cubrir las necesidades básicas de los habitantes actuales al mismo tiempo que se preservan los recursos naturales y agrícolas para garantizar que futuras generaciones puedan acceder y disfrutar de ellos (3). La sostenibilidad se ha convertido en el objetivo principal del proyecto de las Naciones Unidas para el Desarrollo del Milenio, en el cual se busca asegurar un medio ambiente sostenible por medio de la integración de políticas para el desarrollo sostenible en búsqueda de revertir la perdida de los recursos naturales (17).

El sistema de agricultura industrial a gran escala que ha sido implantado en países desarrollados como USA ha generado incrementos impresionantes en la productividad y eficiencia de practicas agrícolas, pero no es sostenible, pues ha generado grandes daños en el medio ambiente, incrementado el uso de hidrocarburos, el uso insostenible de agua y suelos, que han contribuido a la degradación ambiental debido a la polución del aire, a la erosión del suelo, a la reducción de la biodiversidad, al incremento de la resistencia de patógenos, y a la polución de aguas superficiales (lagos y ríos) y de aguas subterráneas por el uso desmedido de fertilizantes y herbicidas (18).

Una posible solución en miras de generar una agricultura sostenible puede lograrse mediante la integración de numerosas practicas agrícolas tales como el manejo integrado de plagas, el control biológico, los métodos agrícolas orgánicos, el uso de OGMs, y la agricultura convencional (18). En ese sentido hay mucho potencial en el desarrollo de nuevas variedades de OGMs que puedan utilizar mas efectivamente el agua, los fertilizantes, que puedan descontaminar suelos y aguas, que reduzcan los costos y el impacto ambiental de la preparación de lotes antes de la siembra, que ayuden a reducir el efecto invernadero y que produzcan mayor rendimiento sin incrementar el uso de la tierra (20).

Conclusiones

Son numerosos los diferentes factores que afectan la frecuencia del flujo genético  producto del movimiento de polen desde OGMs a sus parientes silvestres, a cultivares orgánicos o provenientes de cultivos convencionales, como son la biología de la especie, el ambiente, y las prácticas agrícolas. Todos estos factores deben tomarse en cuenta durante el desarrollo de estrategias para controlar o minimizar el flujo genético entre ellos. Igualmente el uso de OGMs desarrollados bajo las tecnologías para minimizar el flujo genético hacia especies sexualmente compatibles es una alternativa viable para proteger la biodiversidad y favorecer el desarrollo de cultivos provenientes de diferentes practicas agrícolas.

En búsqueda de desarrollar una agricultura más sostenible, los OGMs pueden potencialmente contribuir a lograr esta iniciativa mundial, pues pueden desarrollarse OGMs con características tales que pueden minimizar el impacto en el medio ambiente causado por las practicas agrícolas. Sin embargo, su desarrollo y disponibilidad no garantizan que este objetivo pueda ser logrado. Todo depende del manejo que se les de y que estos nuevos cultivares OGMs sean utilizados bajo nuevas maneras de desarrollar la agricultura y que garanticen la sostenibilidad, integrando lo mejor que ofrece cada una de las practicas agrícolas actuales.

Referencias:

1    1.  http://evolution.berkeley.edu/evosite/evo101/IIIC4Geneflow.shtml
2. Ellstrand NC. 2003. Dangerous Liaisons? When cultivated plants mate with their wild relatives. Baltimore, MD: Johns Hopkins Univ. Press
3. Lemaux PG. 2009. Genetically engineered plants and foods: A scientist’s analysis of the issues (Part II). Annu. Rev. Plant Biol. 60: 511-59
4. https://scholarworks.iupui.edu/bitstream/handle/1805/813/GE%20plant%20virus%20resistance.pdf
5. Agric. Mark. Serv. 2008. U.S. Natl. Stand. Org. Agric. Prod. Handl., Subpart G: Residue Test. http://www. ams.usda.gov/AMSv1.0/getfile?dDocName=STELDEV3003539&acct=noprulemakin
6. Chen LJ, Lee DS, Song ZP, Suh HS, Lu B-R. 2004. Gene flow from cultivated rice (Oryza sativa) to its weedy and wild relatives. Ann. Bot. 93:67–73
7. Palacio JD 2006. Panorama del flujo de genes en yuca en un contexto de liberación de variedades genéticamente modificadas en Colombia p 87-118. En: Hodson de Jaramillo E y Carrizosa MS (Compiladoras) 2006. Desarrollo de capacidades para evaluación y gestión de riesgos y monitoreo de organismos genéticamente modificados (OGM). Tomo II. Disertaciones del programa de postgrado en bioseguridad Binas-Unido-UdeC. Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt.
8. Natl. Org. Program (NOP). 2008. Sect. 205.105. http://ecfr.gpoaccess.gov/cgi/t/text/text- idx?c=ecfr;sid=11fd57b422b6314d866dc4b02f1a101d;rgn=div5;view=text;node=7:3.1.1.9.30; idno=7;cc=ecfr#7:3.1.1.9.30.2.336.6
9. Natl. Org. Program (NOP). 2006. NOP regulations and guidelines. http://www.ams.usda.gov/ nop/NOP/NOPhome.html
10. Kershen DL, McHughen A. 2005. Adventitious presence: Inadvertent commingling and coexistence among farming methods. CAST Comment. QTA2005-1, July
11. Ronald P, Fouche B. 2006. Genetic engineering and organic production systems. Univ. Calif. Agric. Nat. Resour., Agric. Biotechnol. Calif. Ser., Publ. 8188
12. ISB (Inf. Syst. Biotechnol.) 2007. Petitions of nonregulated status granted or pending byAPHIS. http://www. aphis.usda.gov/brs/not reg.html
13. Brittan K. 2006. Methods to enable to coexistence of diverse corn production systems. Univ. Calif. Agric. Nat. Resourc., Agric. Biotechnol. Calif. Ser., Publ. 8192
14. Byrne PF, Fromherz S. 2003. Can GM and Non-GM crops coexist? Setting a precedent in Boulder County, CO. Food Agric. Environ. 1:258–61
15. Lee D and Natesan E. 2006. Evaluating genetic containment strategies for transgenic plants. Trends in Biotechnology. Vol 24 (3) 109-14
16. Svab, Z. et al. (1990) Stable transformation of plastids in higher plants. Proc. Natl. Acad. Sci. U. S. A. 87, 8526–8530
17. UNMillenn. Proj. 2006. Goals, targets and indicators.  http://www.unmillenniumproject.org/goals/gti. Htm
18. Horrigan L, Lawrence RS,Walker P. 2002.Howsustainable agriculture can address the environmental and human health harms of industrial agriculture. Environ. Health Perspect. 110:445–56
19. Environ. Prot. Agency (EPA). 2008. Integrated pest management (IPM) principles. http://www. epa.gov/opp00001/factsheets/ipm.htm
20. Qaim M, Zilberman D. 2003. Yield effects of genetically modified crops in developing countries. Science 299:900–2

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¿Podemos morir si comemos alimentos transgenicos?
Por Adriana Castaño Hernández. M.Sc.

Cáncer, VIH-sida, alergias, calvicie [9], son algunos de los rumores que se escuchan que puede producir si consumes alimentos derivados de cultivos modificados genéticamente o comúnmente llamados: “alimentos transgénicos”.

¿Y que es un alimento “transgénico”? son los alimentos obtenidos a partir de un organismo modificados genéticamente (OGM), o que contiene ingredientes que provienen de plantas que han sido modificadas por ingeniería genética. Como consecuencia, lo que se modifica genéticamente es la planta, los microorganismos o el animal, NO necesariamente el alimento. Un alimento puede contener ingredientes que provienen de OGM, (por ejemplo aceite de algodón, harina de maíz, salsa de soya), o pueden ser directamente el OGM, por ejemplo, la mazorca o la papaya [1].

En los últimos 30 años la biotecnología se ha visto presente en un amplio espectro de actividades humanas, como son la medicina y el cuidado de la salud, la protección ambiental, la producción de biocombustibles, la agricultura y la producción de alimentos, llegando a ser considerada por expertos economistas como una de las fuerzas económicas del siglo XXI.

Como otros tantos desarrollos de la humanidad, la biotecnología y en particular su uso para la obtención de plantas modificadas genéticamente, ha traído consigo una serie de inquietudes relativas a la inocuidad de éstos desarrollos para la salud humana y animal. Los alimentos derivados de estos cultivos tienen beneficios para los consumidores, pero es necesario que como sucede con cualquier otro producto (medicamentos, vacunas, alimentos, insumos para la salud) que se destine al uso, consumo y beneficio de los seres humanos, sea evaluado bajo criterios técnicos, científicamente validados y aceptados, igualmente que permitan un manejo adecuado de los riesgos potenciales, así como la participación de una sociedad informada de manera más objetiva y veraz posible.

La FAO (Organización para la Alimentación y la Agricultura), la OMS (Organización Mundial de la Salud), prestigiosas Asociaciones Científicas internacionales tales como la Sociedad de Toxicología de los Estados Unidos, la Asociación Médica de Gran Bretaña, el Colegio Americano de Nutrición; Academias de Ciencias como la Pontifica Academia de la Ciencias, la Academia de Ciencias de China, Brasil, India, México, EE.UU); Agencias Sanitarias reguladoras homologas como FDA (Food and Drugs Administration) en Estados Unidos, EFSA (European Food Safety Agency) en Europa, SENASA en Argentina; indican que no hay indicios de que los organismos genéticamente modificados sean perjudiciales para la salud humana como resultado de su consumo. Estos resultados están basados en evidencia disponible durante los últimos 15 años desde que se aprobó el primer OGM en 1995.

Sin embargo, la evaluación previa a la puesta en el mercado debe seguir los principios científicos de evaluación del riesgo que busquen un nivel de certeza adecuado sobre la inocuidad de estos, como lo debe ser con cualquier producto que se destine al ser humano, independientemente del método que se haya empleado para su obtención [4].

Recientemente, científicos italianos llevaron a cabo y publicaron en la revista científica “Critical Reviews in Biotechnology” una revisión y análisis de la literatura científica sobre la inocuidad de los cultivos transgénicos desarrollada durante los últimos 10 años, generando un listado de más de 1.780 publicaciones que muestran la seguridad de los mismos para el consumo humano [8].

Con el fin de establecer el grado de inocuidad de los alimentos derivados de plantas genéticamente modificadas, se ha establecido el concepto de BIOSEGURIDAD. El cual establece el conjunto de medidas y acciones que se deben tomar para evaluar, evitar, prevenir, mitigar, manejar y/o controlar los posibles riesgos y efectos directos o indirectos que puedan afectar la salud humana, el medio ambiente y la biodiversidad, la productividad o producción agropecuaria, como consecuencia de la investigación, introducción, liberación, movimiento transfronterizo y producción de OGM [4].

Los efectos en la salud humana de los alimentos derivados de plantas genéticamente modificadas, dependen del contenido específico del alimento y tienen el mismo potencial de tener riesgos o presentar beneficios como los alimentos convencionales.

La evaluación de la inocuidad de los OGM se realiza caso a caso y paso a paso, lo que significa que cada evaluación es individual y específica para los criterios a evaluar y el uso específico teniendo en cuenta cada una de las etapas de su desarrollo y utilizando los siguientes criterios [2]:

·       Concepto de equivalencia sustancial.
·       Uso de un enfoque multidisciplinario, que incluye la evaluación de las características de la proteína nueva introducida, aspectos toxicológicos y alergénicos y análisis de la composición nutricional.
·       Consultas con expertos nacionales e internacionales, así como las autoridades regulatorias de otros países.
·       Fundamento científico.
·       No existe riesgo cero.

¿Qué se evalúa?

Cuando se evalúa un alimento derivado de una planta genéticamente modificada, siempre se busca establecer que los riesgos no sean diferentes, ni nuevos, ni mayores a los que tiene el mismo alimento convencional. Entonces, se analiza que no haya nuevos tóxicos o alérgenos, que la composición de nutrientes sea la misma o esté dentro de los rangos establecidos para el alimentos convencionales y que como resultado de la introducción de nuevos genes no se presenten cambios indeseables. De esta manera se evalúa que el alimento derivado del OGM SEA TAN SEGURO COMO el alimento que conocemos y consumimos comúnmente [3].

Este planteamiento es lo que constituye el concepto de EQUIVALENCIA SUSTANCIAL, establecido por la OECD en 1993 y hoy en día aceptado por organizaciones como el Codex alimentarius, el cual establece un punto de partida para adelantar los estudios de evaluación del riesgo, empleando un criterio de comparación entre el alimento derivado del cultivo genéticamente modificado y su contraparte convencional que no presenta ninguna modificación genética y que tiene una historia de uso conocida.

Las plantas genéticamente modificadas podrían tener proteínas nuevas con características alergénicas y por lo tanto una persona sensible puede presentar una reacción alérgica. Si bien los alimentos desarrollados en forma tradicional no se evalúan generalmente en cuanto a alergenicidad, los protocolos para pruebas de alimentos derivados de OGM, incluyen análisis del potencial alergénico, que han sido evaluados y avalados por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), a través del Codex alimentarius [5]. Hasta la fecha no se han hallado efectos alergénicos en relación con los alimentos derivados de OGM que se encuentran actualmente en el mercado.

Del mismo modos, la introducción de ADN nuevo permite la síntesis de nuevas sustancias, las cuales pueden ser componentes convencionales de los alimentos como proteínas, carbohidratos o vitaminas, pero también podrían generar nuevos metabolitos que resultarían tóxicos para el ser humano, pero al igual que con la alergenicidad a la fecha no se ha encontrado ningún efecto tóxico de un OGM [6].

El debate en relación con los cultivos genéticamente modificados y los alimentos que de estos se derivan, se ha convertido en un frente de discusión de posiciones extremas en donde se desconoce la experiencia de más de 15 años de uso y consumo ininterrumpido. Además de la aplicación de procesos regulatorios y de evaluación de riesgo resultado del consenso entre los países y del soporte científico para el desarrollo de los mismos. Citando entre otros las guías de evaluación de riesgo de la OECD (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), los instrumentos de Bioseguridad de la FAO, los estándares del Codex Alimentarius (FAO/OMS), la guías y regulaciones nacionales (FDA, EFSA, FSANZ, SENASA, entre otros), consideradas para la toma de decisiones en relación con el uso de OGM para su siembra, consumo humano o consumo animal.

El consumo de alimentos derivados de OGM no causa  cáncer, no es la causa de la calvicie y mucho menos producen SIDA, aún hoy en día con todos los avances médicos y científicos no es una sola la fuente de estas enfermedades o condiciones humanas y biológicas. Casi la totalidad de los estudios que se han publicado, buscando demostrar los efectos nefastos a la salud humana debido al consumo de alimentos GM, han sido desmentidos y objeto de posteriores rectificaciones.

“La modificación genética es una tecnología no una ideología” [7] que ha tomado visos de discusión política y no de discusión científica, con intereses que ha permitido a los grupos detractores mantener un discurso que incluso ha trascendido las necesidades humanas, llegando a la destrucción de los ensayos de bioseguridad de cultivos GM como el arroz dorado, desarrollado con fines netamente humanitarios y de aportar a la solución de un problema de salud. La discusión debe basarse en la evidencia científica, la modificación genética y los alimentos derivados de la misma son una alternativa más en el complejo mundo de la agricultura y la industria de alimentos que aportan soluciones, que coexisten y no están en contravía de otras alternativas de producción.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha declarado desde el año 2005 [10] que los  alimentos GM actualmente comercializados en el mercado internacional han superado las evaluaciones de riesgos en diversos países y no es probable que presenten riesgos para la salud humana, ni se ha demostrado que lo hagan. Sin embargo, la evaluación de riesgos y los procedimientos para que la sociedad adopte o rechace los alimentos GM necesitan encarar posibilidades metodológicas siempre innovadoras.

Literatura Citada

[1] Castaño, A & J. Castellanos. 2010. ABC de los Organismos Genéticamente Modificados. INVIMA-ILSI.
        
[2] FOOD AND AGRICULTURAL ORGANIZATION OF THE UNITED NATIONS-FAO. Evaluación de la inocuidad de los alimentos genéticamente modificados instrumentos para capacitadores. Food Quality and Standards Service Nutrition and Consumer Protection Division; 2009

[3] FOOD AND AGRICULTURAL ORGANIZATION OF THE UNITED NATIONS-FAO. Instrumentos de la FAO sobre la Bioseguridad. Roma: Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación; 2007. 

[4] Hodson de Jaramillo E. & A. Castaño H. Módulo Biotecnología Agrícola Moderna, Organismos Genéticamente Modificados y Bioseguridad. Consejo Superior de la Judicatura, Escuela Judicial Rodrigo Lara Bonilla. Bogotá. ISBN 978-958-99102-2-1

[5] ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE LA SALUD. 2005. Biotecnología Moderna de los alimentos, salud y desarrollo humano: estudio basado en evidencias. ISBN 92 4 159305 9

[6] PRESLEY, G.J. & J.N. SIEDOW. Applications of Biotechnology to Crops: Benefits and Risks. Council for Agricultural Science and Technology. Issue Paper 12:  ISSN 1070-0021


[8] Nicolia, A, A. Manzo, F. Veronesi & D. Rosellini. An overview of the last 10 years of genetically engineered crop safety research. Critical Reviews in Biotechnology. ISSN: 0738-8551. 2013.

[9] Morales, E. 2010. Discurso I Conferencia Mundial de Pueblos sobre el Cambio Climático y la Madre Tierra

[10] ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE LA SALUD. 2005. Biotecnología Moderna de los alimentos, salud y desarrollo humano: estudio basado en evidencias. ISBN 92 4 159305 9