Por: Mauricio Quimbaya
“Es la
repetición continua de afirmaciones sinceras lo que nos lleva a creer en algo,
y una vez que ese creer en algo se transforma en una convicción profunda, las
cosas empiezan a suceder”
Muhammad Ali
Es
difícil explicar de dónde o cómo surge una convicción profunda. Yo diría que
cada uno de nosotros tiene improntado en su conciencia y en su corazón un
sentimiento, una razón o un motivo que literalmente nos hace vivir, levantarnos
día a día con un objetivo inamovible que perdura en el tiempo. No importa ni el
por qué, ni el cómo, ni el cuándo surgió. Simplemente, esa convicción profunda
permanece allí. La mía, ayudar a la construcción de un nuevo país por medio de
la enseñanza de valores utilizando como instrumento a la ciencia.
Empezaré
por afirmar, tal como lo hace el escritor William Ospina, que Colombia es un
país con una crisis profunda de valores, en donde el bienestar propio se
sobrepone al bienestar común y en dónde se busca la consecución de objetivos de
una forma inmediata, expedita y ojala sin un mayor esfuerzo. Pero tal como
William Ospina, creo que es posible cambiar esta forma de enfrentar la vida y
además, estoy convencido de que es deber de cada uno de nosotros, aportar un
grano de arena para facilitar la transición a otro tipo de sociedad, más consciente
de sus deberes y llamada a la construcción de una memoria y una conciencia
colectiva.
Los años
que he dedicado a la labor científica me han enseñado que como toda relación,
la relación con la ciencia es un proceso de construcción mutuo y de constante
retroalimentación. Por una parte he utilizado el método científico para
descubrir nuevas cosas, para generar nuevo conocimiento y para producir nuevos
interrogantes. He combinado metódicamente el conocimiento teórico con distintas
técnicas experimentales para proponer
nuevas hipótesis y para ponerlas a prueba. Gran parte de mi vida la he dedicado
a esta actividad, sin duda demandante, pero siempre asombrosa. De igual manera,
a medida que me sumergía en el quehacer científico, noté que la ciencia como
actividad también me modificaba a mí como persona. Era más tolerante, mucho más
paciente, planeaba mejor las cosas en mi vida diaria, distribuía de una mejor
manera mi tiempo, aprendí a mirar hacia el futuro no con inmediatez sino con
proyección, entendí que la disciplina es fundamental para alcanzar cualquier
objetivo, que cualquier problema es solucionable si se enfoca de distintas
perspectivas y sobre todo aprendí a no tener miedo de empezar de cero, a ser
tenaz. De alguna manera la ciencia, o por lo menos los valores qué esta genera,
acertadamente se inmiscuyeron en mi vida diaria y me enseñaron a ser un mejor
ser humano. Ese fue un gran punto de quiebre en mi vida. Cuando fui plenamente
consciente que la ciencia es capaz de enseñar valores, muchos de los cuales
están ausentes de la memoria histórica que tenemos como nación. Cuando
comprendí que la ciencia no solo era una herramienta para generar conocimiento,
sino también una forma útil de cultivar valores y modificar patrones de vida. Ahí
decidí que quería enseñar a hacer ciencia, más que para generar conocimiento,
para construir país.
De ahí en
adelante mis actos estuvieron acordes con dicha decisión. Realicé un doctorado
en el exterior pues quería aumentar mis habilidades para hacer ciencia y
también porque quería aprender otras maneras de hacer investigación en un país
que no fuera el mío. Quería expandir mis horizontes investigativos y abordar
nuevas perspectivas y nuevos enfoques para aprender a hacer ciencia pertinente
y de calidad. Regresé a mi país porque quería a partir de la investigación
científica, formar no solamente nuevos investigadores sino mejores seres
humanos, que continúen reproduciendo el mensaje para que en un futuro, no
solamente existan en Colombia más y mejores investigadores, sino también más
colombianos conscientes de su deber en la formación de nuevas generaciones.
Tuve la
fortuna de luego de regresar al país, de vincularme rápidamente al proceso investigativo
que se viene realizando en Colombia por medio de mi vinculación directa con dos
excelentes universidades: La Universidad del Rosario, en Bogotá quien me adoptó
como profesor hora cátedra y quien me permitió iniciar labores investigativas
en el contexto nacional y La Universidad Javeriana en Cali, en la cual gané una
plaza como profesor de tiempo completo y en la cual desde hace un poco de más
de tres años vengo liderando un grupo de investigación en Biotecnología. Dado
que mi objetivo es el de enseñar a hacer ciencia, he estado involucrado en la
tarea de hacer ciencia desde Colombia y ya que tuve la experiencia de hacer
investigación científica en el exterior, puedo afirmar que hacer ciencia desde
el propio país es una tarea ardua, complicada pero no imposible y sobre todo,
sumamente reconfortante. He identificado tres aspectos que hacen de la ciencia
nacida en Colombia una labor sumamente exigente:
1. La
consecución de recursos: Mientras en la mayoría de países del primer mundo
existen diversas fuentes de financiación para proyectos de investigación, en
Colombia los científicos solamente podemos solicitar recursos a una entidad
nacional. En Bélgica, lugar donde hice mi doctorado, los líderes de grupo
podían aplicar a fondos de la Unión Europea, de la nación, o de la región, o de
la ciudad o incluso podían acceder a fondos propios del instituto de
investigación o a fondos de la industria privada quien continuamente aportaba
dineros para investigación. Estos distintos fondos auspiciantes de la investigación
científica eran constantes y las bolsas a las cuales se podía acceder permitían
el desarrollo completo de una determinada propuesta de investigación. En
contraposición, aquí en Colombia si se quiere aplicar a recursos útiles para
hacer investigación pertinente, todos los investigadores, no importa en qué
disciplina nos desempeñemos, debemos aplicar a las convocatorias anuales de
Colciencias quien es la única entidad que ofrece recursos medianamente
competitivos para la ejecución de una propuesta de investigación. A nivel
nacional no existe otra fuente de financiación equiparable y la industria
privada poco o nada está interesada en destinar recursos para investigación.
2. El
tiempo destinado a hacer investigación: Mientras en cualquier parte del mundo
un investigador principal está dedicado en un alto porcentaje (entre el 60% y
el 80%) a liderar proyectos de investigación o a conseguir recursos para
financiarlos, en Colombia, los investigadores que estamos vinculados con
instituciones universitarias, no solamente debemos hacer investigación, sino
que dentro de nuestras funciones sustantivas, también están la docencia, la
extensión (cursos y capacitaciones extra que podamos brindar) y las tareas
administrativas de rigor dentro de nuestra carrera, departamento o facultad.
Teniendo en cuenta estas actividades adicionales, en el mejor de los casos, el
tiempo para investigación o para conseguir recursos para ejecutarla, se reduce
a un 50% y en algunos casos al 15 o al
20%.
3. La
eficiencia en los procesos: Es sabido que en cualquier parte del mundo, la
gestión de recursos específicos, destinados a cualquier fin, debe pasar unos
filtros de control que garanticen la trasparencia en el uso de tales recursos.
Esto aunado a que los materiales, reactivos, insumos y equipos que se utilizan
en un proceso investigativo demoran un tiempo prudencial en llegar a sus
usuarios. En Colombia estos tiempos pueden ser excesivos y dependiendo de los
reglamentos institucionales o de la presencia de proveedores específicos en la
región, una actividad o un proceso investigativo particular puede entorpecer el
inicio o el progreso de una investigación por semanas, meses o incluso años.
Se podría
pensar que los tres puntos mencionados anteriormente desanimarían a cualquiera
que desee hacer ciencia en Colombia, pero desde mi punto de vista es un reto
que invita a la búsqueda de soluciones y nuevamente a la generación de valores
específicos.
La
ausencia de recursos nacionales, es una invitación a hacer ciencia mancomunada
que permita el acceso a recursos internacionales, los cuales aunque competidos,
son múltiples y se encuentran permanentemente ofertados. Es necesario generar
redes inter y transdisciplinares con investigadores de todo el mundo que
permita la generación de ciencia de vanguardia. En pleno siglo XXI, es
imposible pensar en hacer ciencia local que trascienda, por lo tanto, la
ciencia de hoy debería ser una ciencia basada en la cooperación científica que
trasciende fronteras. Y aquí quiero hacer una invitación a todos los
Colombianos que están afuera y que lideran grupos de investigación en el
extranjero o que están en el sector industrial también en el extranjero, o que
tienen la posibilidad de generar propuestas de investigación para que
participen más activamente del proceso de hacer ciencia entre colombianos que
permita hacer ciencia más pertinente no solamente para Colombia, sino para el
mundo. También quiero hacer un llamado de atención a los científicos
Colombianos, para que construyamos un futuro investigativo más promisorio, a
partir de la cooperación científica entre pares que nos permita acceder a
recursos internacionales y así, no solo depender de una única fuente de
financiación. Personalmente, conozco investigadores de CIAT y CIDEIM que en
asocio con investigadores internacionales han captado recursos de la Fundación
Bill y Melinda Gates y de la National
Science Foundation (NSF) para ejecutar sus propuestas de investigación.
De la
misma manera, considero que sacrificar algo del tiempo de nuestra investigación
en la docencia, especialmente en la docencia de pregrado y especialmente en los
primeros semestres de formación, es un sacrificio justo y necesario. No podemos
pensar en llegar a ser algún día una potencia científica, si no formamos
científicos y este proceso de formación, nace, se moldea y se estructura en el
pregrado. Además, como ya lo he mencionado, estoy convencido que la enseñanza
de la ciencia inculca valores, moldea patrones de conducta y genera mentes
críticas. ¿Cómo no ceder algo de nuestro tiempo de investigación específica
para generar mejores seres humanos? Es un caballito de batalla muy común
escuchar decir que Colombia necesita más y mejores científicos; más y mejores
ingenieros; más y mejores médicos, pero incluso Estados Unidos, o Canadá o
Bélgica o Japón necesitan más y mejores científicos, médicos e ingenieros, pero
adicionalmente en Colombia necesitamos más y mejores seres humanos y si la
ciencia es una excusa válida para ayudar a moldearlos, ¿por qué no hacerlo?
Cuando
cada uno de nosotros haga de una forma excelente lo que tiene que hacer, cuando
busque oportunidades sin excusas, cuando cada uno tenga una convicción profunda
que lo mueva, entonces el sistema dejará de ser burocrático y paquidérmico y se
caerá por su propio peso. Entonces estaremos cambiando el sistema desde adentro,
desde sus propias entrañas y en esto, la ciencia tanto como elemento generador
de conocimiento como herramienta para moldear mejores seres humanos tiene una
función vital. ¿Qué es la ciencia sino una palanca para mover paradigmas? Lo
importante es que todos trabajemos por un mejor país, por una mejor sociedad,
por un mejor futuro, más asentado sobre una conciencia histórica y enclavado en
los valores generados por la ciencia, no importa si estamos adentro o si
apoyamos desde afuera, lo importante es trabajar mancomunadamente en la
construcción de un nuevo país.
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ciencia en Colombia
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