Gaia necesita nuestra ayuda aquí y ahora
Por:
Mauricio Quimbaya.
En
nuestro planeta todo está interconectado
El cambio climático global
no es una leyenda. No es algo que podría suceder y no es algo de lo que podemos
escapar. El cambio climático es una realidad científica actual y contundente,
que poco a poco transforma el planeta en que vivimos y por lo tanto nuestra
cotidianidad1.
Recientemente, un grupo de
científicos del Reino Unido, basados en observaciones satelitales continuas
(2010-2013) del casquete polar antártico estimó que anualmente éste pierde 160
billones de toneladas de hielo, dos veces más hielo que el que perdió en el
periodo 2005-2010. Para acercar esta cifra un poco más a la realidad, los
autores del estudio afirman que a la tasa actual de deshielo, y la pérdida
total del casquete polar antártico es ya inevitable, lo cual según modelos
matemáticos, en los siguientes 10 años, elevaría los niveles oceánicos en
cuatro metros, suficientes para alterar la geografía planetaria2.
Muchos de nosotros, no somos
conscientes de las consecuencias catastróficas del constante deshielo polar. No
estamos hablando simplemente de un incremento del nivel de los océanos en el
mundo, sino también de la pérdida de cientos de especies, quizás miles que
dependen del hielo para subsistir1. Por el contrario, la constante
carga de agua dulce al mar producida por los deshielos masivos, traería como
consecuencia directa la disminución de la salinidad de los océanos y el cambio
de las corrientes marinas produciendo una disminución generalizada de la
temperatura terrestre, causando así, un cambio climático drástico que promovería
la desaparición de ecosistemas naturales completos, e igualmente, la perdida de extensas áreas de cultivo que
sostienen la alimentación de la humanidad3.
El cambio climático
planetario, no nos es ajeno como colombianos. En la actualidad estamos viviendo
como país una seguidilla de intensos fenómenos del niño y de la niña que han
alterado drásticamente las épocas de lluvias en el territorio nacional4.
En los últimos meses, distintos medios de comunicación, nos han alertado en
relación a las fuertes sequías que están asolando la Orinoquía y la costa norte
del país, ocasionando la pérdida de cultivos, de especies nativas e incluso, de
vidas humanas5. ¿Será posible, que exista alguna relación entre el
deshielo polar, el cambio climático global y la alteración de nuestro clima
nacional?, y viceversa, ¿cabe la posibilidad de que nuestras acciones como
nación se aúnen a otros efectos regionales y contribuyan al acelerado deshielo
polar?
A inicios de los años 70s,
el meteorólogo y ambientalista James Lovelock, instó una teoría que sostiene
que la atmósfera y la parte superficial del planeta que contiene y soporta la vida
(la biósfera), se comportan como un todo interconectado, donde la vida, su
componente fundamental, se encarga de autorregular sus condiciones propias
tales como la temperatura, composición química y salinidad de los océanos,
esto, mediante la generación y regulación de los ciclos biogeoquímicos como el
del fósforo, el carbono y el nitrógeno6. Nuestro planeta, denominado
Gaia (por la diosa griega de la
tierra que lleva el mismo nombre) se comporta como un sistema auto-regulador
que se mantiene en equilibrio, un equilibrio que permite que las condiciones
aptas para la vida se mantengan constantes, a pesar de que la tierra se mantenga
expuesta permanentemente a eventos como la radiación solar, que al causar la
ruptura del ADN, altera las condiciones de la vida6. Este
fino equilibrio, solo puede ser explicado bajo la perspectiva de miles
de millones de años de evolución y adaptación a condiciones particulares, que
depende en su totalidad de la interconexión de sus partes, es decir, de los
distintos ecosistemas y las distintas especies que habitan en ellos. De una manera más sencilla, ningún
ecosistema, ni las especies que en él habitan, se encuentra aislado de otro y
cualquier acción en contra de un ecosistema en particular, podría tener
consecuencias en otro, a miles de kilómetros de distancia o incluso a escala
temporal en algunos años hacia el futuro.
De una manera sencilla, podemos
definir al efecto de invernadero como una consecuencia del constante
vertimiento de gases tóxicos producidos en gran medida a consecuencia de
procesos industriales, agrícolas y ganaderos, cuya acumulación atmosférica
genera un aumento generalizado de la temperatura planetaria. Resulta
complejísimo precisar de qué manera y en qué proporción cada nación aporta al
efecto de invernadero creciente y por ende al cambio climático global, pero lo
que sí es claro es que los efectos de la contaminación atmosférica más que
locales o regionales, son globales, por lo tanto, cada uno de nuestros actos
como individuos en contra del medio ambiente, tendrán repercusiones mucho más
trascendentes de lo que podríamos imaginar. En la siguiente dirección web,
podrás encontrar un mapa político interactivo del planeta, el cual se puede
modificar según ciertas condiciones específicas como por ejemplo, la generación
de gases de invernadero producidos por cada nación del globo. Esto resulta útil
para entender como la contribución al cambio climático global es
responsabilidad de todos http://carbonfootprintofnations.com/content/environmental_footprint_of_nations/.
Nuestra
huella de Carbono no es insignificante
Podríamos pensar que nuestra
huella planetaria como individuos es mínima. Total, comparado con las grandes
industrias o con los grandes emporios energéticos, mi contribución al
calentamiento planetario debe ser insignificante. Esto no es tan cierto, pues
debemos tener en cuenta que ya somos más de siete mil millones de seres humanos
en el mundo, cifra que continúa aumentando año tras año. Analicemos algunas
cifras.
El metabolismo oceánico, en
gran medida sustentado por el zooplancton y el fitoplancton libera a la
atmósfera en promedio 332 gigatoneladas (miles de toneladas) de CO2.
Equivalentemente, las plantas producen 439 gigatoneladas de este gas, uno de
los principales causantes del efecto de invernadero. En contraste, tanto los
microorganismos oceánicos como las plantas terrestres, han desarrollado
sistemas metabólicos que les permiten reabsorber parte del CO2 liberado,
en este sentido, la química del océano permite la reabsorción y utilización de
338 gigatoneladas de Dióxido de Carbono, mientras que las plantas terrestres,
por medio del proceso fotosintético, están en la capacidad de asimilar 450
gigatoneladas de CO2. Según
estas cifras, existe un balance entre el Dióxido de Carbono emitido por la
naturaleza y el que esta misma puede reabsorber. Un ejemplo claro del
equilibrio natural planteado por Lovelock. Sin embargo, la actividad humana
libera anualmente unas 29 gigatoneladas extra de CO2 lo que ha
desequilibrado peligrosamente la balanza. En los últimos 120 años se ha incrementado
en 100 partes por millón la concentración de Dióxido de Carbono atmosférico, lo
cual, antes de la revolución industrial, un incremento equivalente, le habría
tomado al planeta entre 10 mil y 20 mil años7. En definitiva,
nuestro aporte como seres humanos, por lo menos desde el punto de vista de
nuestra huella de Carbono, está lejos de ser insignificante.
El
efecto aditivo de las pequeñas cosas
Si bien nuestra huella de
Carbono como humanos, es relativamente pequeña en comparación al metabolismo planetario,
es claro que con una población creciente que demanda cada vez más recursos, se
ha acentuado notoriamente dicha huella de Carbono, inclinando la balanza hacia
un punto de casi no retorno. La pregunta clave en este escenario es ¿qué puedo
hacer como individuo para ayudar a disminuir mi huella ambiental? En general,
no somos conscientes de cómo nuestros hábitos diarios influencian directamente
la huella de carbono global, pero si quieres darte cuenta de cómo tu estilo de
vida particular incide en dicha huella, te recomiendo un sitio web en el cual,
contestando una serie de preguntas bastantes sencillas, obtendrás algunas
estadísticas relacionadas con tu huella de Carbono particular (http://www.footprintnetwork.org/en/index.php/GFN/page/calculators/).
Creo que es una tendencia
generalizada el creer que de nada serviría cambiar mi comportamiento y mis
hábitos diarios, quizás construidos por décadas, si en últimas, no soy más que
una persona en un mar de más de 7 mil millones de humanos. Sin embargo, si
dejamos de pensar como individuos y pensamos un poco más como comunidad, el
esfuerzo aunado de miles, quizás millones de personas, sí podría tener un
efecto directo sobre el clima del planeta. El Centro para la Economía
Sostenible (Center for Sustainable
Economy), da una serie de consejos que cada uno de nosotros puede poner en
práctica para aminorar nuestra huella de Carbono (http://www.myfootprint.org/en/take_action/reduce_your_footprint/),
aquí destaco algunos que considero fácilmente realizables:
· Trata de colectar aguas lluvias que podrías
utilizar por ejemplo para descargar el sanitario o para lavar tu ropa y tus
utensilios de cocina.
·
Trata de compartir tu vehículo siempre que
puedas con familiares o compañeros de trabajo, nunca conduzcas solo.
· Trata de utilizar medios de transporte masivo
siempre que puedas y mejor aún, utiliza tu bicicleta frecuentemente como medio
de transporte.
·
Disminuye tu consumo de carnes y aumenta el
consumo de pescado y vegetales.
·
Siempre clasifica tu basura y trata de
comprar productos provenientes del reciclaje.
· Siempre utiliza en tu hogar bombillos y
electrodomésticos ahorradores de energía.
Únicamente enciende las luces que
estás utilizando en el momento y siempre recuerda apagarlas una vez no las
necesites más.
·
Planta un árbol.
Considero que debemos optar
por un cambio de mentalidad menos individual y más comunitario, de la misma
manera pienso que el ejercer acciones individuales en pro de nuestro planeta,
más que una alternativa, es un deber como ciudadanos de un único planeta, como
ya lo había mencionado en otros escritos aquí publicados. No pensemos en el
planeta que heredamos de nuestros padres, sino en el planeta que queremos
heredar a nuestros hijos. Nuestro planeta se ha alejado del equilibrio pero
creo que aún es factible inclinar la balanza nuevamente hacia prosperidad, como
dijo Neil DeGrasse Tyson al final de la nueva versión de la serie cosmos:
“Somos una especie joven que aún puede aprender de los errores del pasado,
seguramente nuestro próximo calendario cósmico, el cual depende de las opciones
que tomemos hoy, será esperanzador y lleno de luz”.
Referencias:
1. Peñuelas, J. Evidence of current impact of climate
change on life: a walk from genes to the biosphere. 2013. Global Change
Biology, 19, pp. 2303-2338.
2. McMillan, M; Shepherd, A; Sundal, A; Briggs, K;
Muir, A; Ridout, A; Hogg, A & Wingham, D. Increased ice losses from
Antartica detected by CryoSat-2. 2014. Geophysical Research Letters. e/10.1002/2014GL060111.
3. Nicholls, R & Cazenave, A. Sea-Level Rise and
Its Impact on Coastal Zones. 2010. Science, 318, pp. 1517-1520.
4. Instituto de Hidrología, Meteorología
y Estudios Ambientales-IDEAM. Condiciones hidroclimáticas actuales y predicción
climática para los próximos meses. Agosto 4 de 2014 en http://institucional.ideam.gov.co/jsp/2932.
6. Lovelock, J & Giffin, C. Planetary atmospheres:
Compositional and other changes associated with the presence of life. 1969.
Astronautical Sciences, 25, pp.
179-193.
7. Tripati, A; Roberts, C & Eagle, R. Coupling of
CO2 and Ice Sheet Stability Over Major Climate Transitions of the
Last 20 Million Years. 2009. Science, 326
no. 5958, pp. 1394-1397.
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